martes, 23 de marzo de 2010

¡Me cojo a tu vieja!

Todos los días de la semana laboral, de lunes a viernes por suerte, me levanto temprano y soy el primero en llegar a la oficina. Organizo mis herramientas de trabajo, me preparo mi desayuno, leo el diario... digo, los e-mails tranquilo, y voy al baño cuando lo necesito. Pero hoy estaba hecho un asco, así que fui al de abajo, con todos los inodoros rotos y las inscripciones de la gente en capacitación. Nada del otro mundo, realmente, pero a esa hora es cuando la cabeza me divaga más, y eso fue lo que pasó cuando vi el cartel que decía "yo me garcho a tu vieja".

Era muy claro que estaba escrito en forma de insulto, como si el hecho de que la madre de uno tenga vida sexual sea algo por lo cual uno deba ofenderse. Tal vez podría ser ofensiva el convertirla en objeto, pero más allá de eso, no veo la complicacióncon que una mujer tenga vida sexual, incluso con un pelotudo que necesita hacer alarde de eso.

El meollo del asunto radica en la manera en que se ve a la mujer desde este punto de vista (si, incluso en una estupidez así puede lograrse el extrañamiento). Y me lleva a preguntarme: cuando el productor de semejante discurso escribió lo que escribió (y no es menos que lo haya hecho en la pared del cuarto-inodoro de un baño de hombres en una empresa multinacional), ¿estaba pensando en una mujer cuando lo hizo? Una pregunta incómoda si el que nos regaló tal frase se defiende con tono airado que no es machista... yo pienso distinto. Es un machista, por supuesto.

Señores, este texto no habla de la mujer, habla de la madre. Para el que nos regala esta representación, la mujer y a la madre van en dos planos separados. Una madre es una madre, y no una mujer. Que es, en última instancia, lo mismo que decir que las mujeres son madres, y no pueden ser mujeres (demás está decir que el concepto de "mujer" que uso es un concepto emancipador y no funcionalista. Tal vez debería usar una mayúscula en alguno de estos sustantivos para diferenciarlos, pero no quiero pecar de idealizador). Una madre teniendo sexo por placer es una idea ofensiva en este esquema de pensamiento: la madre es santa, no mujer. La madre no coge, procrea. Es este esencialismo, la falsa esencia de la mujer que se promulga en esta ideología, lo que mete al machismo bien adentro del sentido común.

La gravedad del discurso no se queda en la producción. Está destinado a enojar. El hombre (no es por entrar en obviedades, pero el enunciatario es definitivamente un hombre. No solamente por estar escrito en un baño de hombres, sino que el "deber" de mantener "la reputación y el buen nombre" de la Madre -y aquí uso la mayúscula tanto como ironía como para graficar esta deshumanización de la mujer- está tradicionalmente apropiado al hombre macho facho camacho, y esta sociedad no es la excepción) al leer esto DEBE enojarse, y defender... ¿qué cosa?

Defender lo que ya está, lo dado, el "orden natural de las cosas". Una defensa que no se queda allí, por supuesto, pero en la aparente inocencia de una frase de baño se esconde la forma de pensar, acrítica y por lo general poco conciente, de gran parte de la población. Y podemos respondernos cómo es que, pasadas las puertas del siglo XXI, haya todavía sectores de la población a los que no se les reconoce igualdad y, en las justificaciones, encontramos, en definitiva, el mismo fundamento de por qué cogerse a tu madre es malo y enoja.

sábado, 30 de enero de 2010

Ruido público

El domingo pasado me encontré, inusualmente, con una actividad copada del Gobierno de la Ciudad (que no son las playas de millones de pesos por sombrillas que en el Once se consiguen por chauchas y palitos), por lo cual moví mi humanidad hasta el Parque Centenario a ver una proyección de cortos animados (que el catálogo titulaba bajo el ciclo "Baficito"). Pasaban unos cuantos cortos Zaramella y otros directores. 

Me sorprendieron muy gratamente los cortos de Zaramella. Sus creaciones de plastilina causaban una mezcla de risa, ternura, tristeza y espanto. Y lo estábamos disfrutando enormemente... al menos hasta que vecinos decidieron armar un culebrón porque la proyección "no era para chicos". Y no, la proyección no era para chicos. El problema pasa porque no estaba programada como una proyección para chicos, de lo cual surgió mi enojo hacia la falta de educación y respeto por la gente que sí quería ver la proyección y no asumió conjeturas, o simplemente leyó el programa, y por la queja hacia una actividad gratuita que, si bien de nuevo demuestra la estupidez del gobierno macrista en asumir que todos los vecinos de la Ciudad tienen educación de colegio privado (y bueno) de Belgrano, hubiera bastado con levantarse e irse sin berrinches y molestar al prójimo. 

Cito textual del programa de actividades: "Presentamos una selección de cortos exhibidos anteriormente en el BAFICI, algunos multipremiados como Viaje a Marte de Juan Pablo Zaramella, realizada con muñecos de plastilina; y otros (perdón por la interrupción, es sólo para aclarar que el error de puntuación no es mío, sino que es textual. Parece que se gasta en propaganda pero no alcanza para correctores) casi secretos como los de Tumbi-Tom, un personaje pergeñado (la palabra culta del día) por una pareja de animadores argentinos residentes en Italia". Obviemos los baches de esta presentación, incluyendo la falta de aclaración hacia el espectador inmerso en el mundo del sentido común que dice que animación "son dibujitos animados, entonces es para chicos", y ayúdenme por favor a entender DÓNDE DICE QUE ESA PROYECCIÓN ES PARA CHICOS. Por qué la gente no lee, o investiga antes?

De hecho, hay un par de palabras clave en el texto que nos pueden ayudar a darnos una idea qué tipo de cine es el que estarán pasando, empezando por BAFICI: 
"El BAFICI nació en 1999, y año a año se consolidó como uno de los festivales de cine más destacados del mundo, con un importante reconocimiento y un lugar de privilegio en la agenda cinematográfica internacional. Es reconocido como vehículo fundamental de promoción para la producción independiente, que aquí puede mostrar los filmes más innovadores, arriesgados y comprometidos.
El festival integra, a través de su amplia programación, diversas expresiones culturales y reúne a directores consagrados y nuevos talentos en un ámbito dinámico." (Fuente: http://www.bafici.gov.ar/home/web/es/bafici/index.html).
Más obvia aún es la referencia al autor que generó la polémica, Zaramella. Bastaba entrar a su página web (http://www.zaramella.com.ar), leer las entrevistas, ver sus cortos (que, a propósito están online y se los recomiendo muchísimo) para darse cuenta hacia dónde apunta el muchacho.

La queja por la queja, que parte de la ignorancia, puede evitarse si, justamente, rompemos con el círculo de la ignorancia y buscamos un poquito qué es lo que se va a ir a ver , leer, escuchar, y sobre todo opinar. Las familias que se quejaron y se llevaron a sus chicos de la proyección están dando el ejemplo del facilismo y la ignorancia a sus propios hijos, traspasando también su pobre conciencia cívica y política (no hay ninguna razón para creer que estas actitudes no se repiten en todos los aspectos de la vida) y, por sobre todo, la falta del espíritu crítico que yo tanto detesto. De nuevo, Violencia Rivas. Me pregunto si en la animación que proyectan hoy pasará lo mismo. Por lo pronto, yo no veo un panorama demasiado optimista.

miércoles, 20 de enero de 2010

El uniforme de la vida urbana

Percibo un modelo de igualdad que nada iguala o, lo que es aún peor, lo hace en apariencia. No hay que mirar muy lejos para verlo; está presente en el mismísimo corazón de todo centro urbano. Las fuerzas de lo que algunos entienden por "seguridad" son el exponente más alto de esta igualdad: la identidad del uniforme, que niega desde el vamos la gran verdad humana: el hombre es social pero es individuo.

Este modelo de igualdad es un ideal para algunos, tristemente dominantes en gran parte del mundo, incluida mi querida ciudad. Es un ideal para pocos porque, de la misma forma que la absoluta falsedad en el principio de la igualdad de oportunidades, o la igualdad como nativos de un país específico, oculta mucho más de lo que muestra, como si fuera un telón cuyo cuarto trasero es oscuro y triste.

Es válido preguntar si son comparables algo tan ínfimo como las ropas de unos pocos con la vida de la mayoría, como planteando la gran diferencia entre el todo y la parte, quizás. Pero la parte es como el todo, aunque no igual. Entonces respondo: sí, es posible e incluso no considero que pueda faltar esta comparación. Todo lo que vivimos, hacemos, sentimos y queremos es un reflejo de lo que se espera de nosotros. No es casualidad que busquemos nuestras telas, comidas, vacaciones y tiempos particulares en un gran almacén donde todos estas cosas están reproducidas a la infinitésima potencia.

La uniformidad en todo sentido me parece una sociopatología, porque la vestimenta es tan sólo la parte más manifiesta. Pero desnaturalicemos al tiempo, a la educación, al trabajo, la vivienda (y en especial la edificación ultramodernosa). De no estar establecido (ya me espero los predecibles "es así"), pensemos de otra manera: ¿existirá el tiempo para uno, los ritmos para otro, y los espacios personales?

miércoles, 6 de enero de 2010

La odisea festiva de diciembre

Cuando llega diciembre todos nos vemos obligados a tomar una decisión que parecería a simple vista inocente, pero que en realidad no lo es: aquella que concierne a la reunión por las fiestas. Yo nunca festejé la navidad, por motivos religiosos en principio, y por motivos sociales luego, pero para aquellos que sí lo hacen, la gran mayoría de esta patria-matria, entenderán todo por partida doble.

Además de la clásica invitación familiar, este año conté con otra, amistosa, y en teoría (el sentido común nos indica que las amistades, por elegirlas, suelen ser más divertidas que la familia) más prometedora. Por insistencia de mi hermano decidí pasarla, otra vez, en bendita reunión familiar, cual ilusión de toda abuela que se preste de serlo. Y como para cumplir la década, también un ciclo, y con ello la última vez que lo paso en familia.

La noche comenzó siendo normal, salvo por las inusuales agresiones gerontas de mi abuela, que por alguna razón sin fundamento entendió que me reía de ella. Toda la noche. Sin embargo, estas agresiones fueron in crescendo, junto con la borrachera del sector joven de la población. Mientras la pseudo-familiaridad y el falso "está todo bien" se instalaba, junto con los comentarios pasivo-agresivos usuales de mi madre, y la senilidad geronta, mis ánimos se asimilaban a lo visto por TV en Violencia Rivas. Simultáneo al acceso anarco-comunista de mi personalidad, mi madre tiene la fantástica idea de obligar a la familia a una ronda de deseos para el 2010, costumbre que yo detesté desde el momento en que su idea comenzó a gestarse. Para colmo de males, y como cumbre a las repetidas agresiones sufridas, fui yo quien debió empezar. Y fue tal cual Violencia, vieja amargada y borracha, que espeté "deseo que en este 2010 nadie me rompa las pelotas". Mis hermanos, primos, tíos y padre fueron políticamente correctos al mantener las formas, pero desatar disgustos no es lo que más me preocupa. Así, luego de una noche de agresiones veladas y caras de culo, me fui a encontrar con mis amigos, sonriendo al pensar que este era el último año que iba a pasar por eso (jóvenes familiares, no se sientan ofendidos. Están más que invitados a mi celebración para el próximo año).

Si, lo sé. Debería haber pedido algo más alcanzable. "Deseo que en el 2010 nadie me rompa las pelotas" es, además de abstracto y general, inalcanzable, porque la gente tiene una fija costumbre de romperle las pelotas a su prójimo. Es parte de la filosofía de vida, no vivir y no dejar vivir al resto. Es política social, en donde todos se creen con derecho a meterse en todo lo referido a la vida y el modo de vivir de otros, en lugar de darse cuenta que sus propias vidas son un juguete de otros (otra vez, Violencia). Igual, lo hice. Realmente espero que este año, a mi, como a todos, nadie ni nada nos rompa las pelotas, porque ya es más que suficiente con todo lo que nos rompemos las pelotas a nosotros mismos.