lunes, 30 de enero de 2012

SUBE, inflación, empresas, Estado e ideología

Durante estos días mucho se dijo sobre cuestiones de precio y transporte y, principalmente, sobre el uso compulsivo de la tarjeta SUBE. Hasta el momento mis comentarios se centraron en criticar la queja sin acción, que se mantienen. Sin embargo, hoy vi una imagen que me hizo sentir necesidad de hacer un pequeño análisis discursivo:

Hay una trampa conceptual e ideológica en este razonamiento. Si yo cargo $50, después puedo ver en los visores de información que mi tarjeta contiene $50 para debitar en los molinetes o en las máquinas SUBE de los colectivos y trenes. Cada vez que hago un viaje se debita la cantidad correspondiente. Es decir, yo no estoy prestando nada a nadie, estoy COMPRANDO crédito que luego se utiliza en los viajes. Un post-pago, como las tarjetas usadas en los celulares, básicamente. 

Ese dinero que yo pago a cambio de crédito, en una COMPRA, lo colecta la empresa de transporte o los sitios autorizados para cargar la tarjeta. Eventualmente se cotejarán los viajes hechos con la tarjeta y el dinero recaudado por la empresa y, si hay diferencias, el Estado, que recauda el dinero cargado en las SUBE, le devuelve a la empresa el monto de la diferencia. De esto se desprende, en el caso extremo que todos los pagos vayan a un sitio autorizado externo a las empresas de transporte:

Yo le PAGO al Estado para viajar. Luego, la empresa provee el servicio a cuenta. Finalmente, el Estado da el dinero a la empresa por los viajes utilizados. Esto quiere decir que no es el USUARIO el que "presta" el dinero. De ser el caso en el que la empresa de transporte no recarga las tarjetas, es LA EMPRESA la que provee el servicio a cuenta de la devolución del dinero. Traducido, la empresa presta.

Lo interesante de esta postura es que el usuario o, como comunmente los llaman los mal llamados medios independientes, se identifica con la empresa. Los intereses del usuario serían los intereses de las empresas. Queda clara la matriz ideológica de esta identidad? La ideología dominante es la de las clases dominantes, tal como muestra la "acción del usuario" en defensa de intereses que son de la empresa y que se internalizan como propios.

Otra maniobra sobre la ideología consiste en el borramiento de la misma. Siguiendo este caso, otra de las quejas pasa por el manejo de los datos que la SUBE recopila. Información que, por cierto, fue dada a conocer públicamente por el mismo gobierno. Con lujo de detalles se explicita la información que se recauda, y se pone en duda la necesidad de recaudarlos, aún cuando su uso también fue públicamente justificado.

Hay otras instituciones que recaudan muchísima y muy sensible información de los usuarios, mucho más que el saber qué medios de transporte se usan por día (uf, que terrible estado policíaco que se puede armar con las idas y vueltas en colectivo). Estas instituciones son las financieras, principalmente los bancos. Cada vez que firmamos un recibo de tarjeta de débito, que tenemos todxs lxs que trabajamos en blanco, incluimos nuestro nombre y DNI. Más aún, podemos descubrir con detalles exhaustivos en qué se gasta nuestro dinero, cuáles son los ingresos que tenemos, las fechas de las operaciones, los montos, los lugares, entre otros. 

Necesitamos trabajar. Se nos presenta como una opción, como si pudiéramos decidir si trabajamos o no, aunque sabemos que si no lo hacemos no vivimos. Muchxs no cuentan con servicios financieros por no trabajar en blanco. Muchxs otrxs estamos obligadxs a tenerlos porque es a través de una cuenta bancaria por la que cobramos nuestros salarios, que retiramos a través de cajeros automáticos y utilzamos electrónicamente a través de las tarjetas de débito. En conclusión, decir que nosotrxs elegimos estos productos es mentira.

Ahora bien, parecería que estos usos de la información privada quedan fuera de discusión. Movimientos de información cotidianos, que rastrean prácticamente todas las actividades de nuestro día a día. Personalmente, me parecen mucho menos inofensivos que el rastreo de nuestros viajes diarios.

Muchxs argumentarán que es una violación a las libertades individuales (realmente, ¿violar la libertad? ¿es necesario ir a lo básico y recordarles a lxs argentinxs sin memoria que vivimos períodos en donde las libertades estaban total, completamente violadas?), y justamente este argumento es el que deja en evidencia lo que no se preguntan: ¿DESDE DÓNDE ME HABLAN? Este concepto de "libertad" es el pregonado por el más salvaje liberalismo económico, que reza la libertad de acción de la empresa, mientras se restringe el rol del Estado.

El ejemplo es mucho más claro con la justificación de Clarín con la suba del ABL en la Ciudad: "por la inflación", el gobierno porteño "se vio obligado" a subir el ABL. La operación de ocultamiento es aún más explícita: deja en claro que LA ÚNICA MANERA de indexar los ingresos de la Ciudad a la inflación es aumentando este impuesto, el más desigual, regresivo e indirecto de todos los impuestos no coparticipables. 

En este caso, el gobierno porteño DECIDE aumentar ese impuesto y no otro, o recaudar con una medida alternativa. Clarín presenta este aumento como la única opción. Y es aquí cuando esta operación ideológica se oculta a sí misma, al no preguntarse sencillamente POR QUÉ ES ASÍ Y NO DE OTRA MANERA. ¿Hay otras opciones?

Efectivamente, hay un impuesto recaudado por el gobierno a la Ciudad y no es coparticipable: el impuesto a los ingresos brutos, que grava directamente los ingresos por los actores afectados y, finalmente, termina cobrando más a quien más gana. 

Esta opción deja en claro que la decisión por el ABL se basa en la idea de la libertad de empresa y la igualdad de oportunidades, la gran mentira del liberalismo económico. Tal como se ve, no hay una única respuesta a la salida de la fluctuación de los precios, sino que la elegida es una decisión absolutamente ideológica.

No todo es lo que parece. Es necesario detenerse y buscar los elementos que no son evidentes a la vista. Se requiere un pensamiento crítico, que se pregunte cómo podrían ser distintas las cosas. Y proponer, no quedarnos en una queja irreflexiva que no suma y no acciona.