Si bien el último fin de semana largo fue bastante depresivo, pude encontrar dos personas que me permitieron sacar un poco la cabeza de mis quilombos reales e inventados. Estuvimos recorriendo todo el ruido de Palermo, pasando por la infinidad de personas rodeando el jardín japonés y otros sitios que parecen olvidados incluso en nuestros momentos de mayor tiempo libre. En todos lados se escucha un crisol de lenguas que se pierden entre los bosques y los espacios urbanos.
Caminar hace bien, definitivamente. Acompañado da la oportunidad de charlar y recorrer de formas diferentes los mismos lugares. Escaparse de los mosquitos es un arte que todavía hay que aprender a manejar, pero es importante restarle dramatismo a estas situaciones, para que uno pueda disfrutar de este paisaje desigual, figurativa y literalmente hablando.
Gracias por la oportunidad de este paseo, y por sacarme aunque sea por unas horas de la complejidad autoimpuesta de mi vida. Gracias y hasta pronto.
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