miércoles, 6 de enero de 2010

La odisea festiva de diciembre

Cuando llega diciembre todos nos vemos obligados a tomar una decisión que parecería a simple vista inocente, pero que en realidad no lo es: aquella que concierne a la reunión por las fiestas. Yo nunca festejé la navidad, por motivos religiosos en principio, y por motivos sociales luego, pero para aquellos que sí lo hacen, la gran mayoría de esta patria-matria, entenderán todo por partida doble.

Además de la clásica invitación familiar, este año conté con otra, amistosa, y en teoría (el sentido común nos indica que las amistades, por elegirlas, suelen ser más divertidas que la familia) más prometedora. Por insistencia de mi hermano decidí pasarla, otra vez, en bendita reunión familiar, cual ilusión de toda abuela que se preste de serlo. Y como para cumplir la década, también un ciclo, y con ello la última vez que lo paso en familia.

La noche comenzó siendo normal, salvo por las inusuales agresiones gerontas de mi abuela, que por alguna razón sin fundamento entendió que me reía de ella. Toda la noche. Sin embargo, estas agresiones fueron in crescendo, junto con la borrachera del sector joven de la población. Mientras la pseudo-familiaridad y el falso "está todo bien" se instalaba, junto con los comentarios pasivo-agresivos usuales de mi madre, y la senilidad geronta, mis ánimos se asimilaban a lo visto por TV en Violencia Rivas. Simultáneo al acceso anarco-comunista de mi personalidad, mi madre tiene la fantástica idea de obligar a la familia a una ronda de deseos para el 2010, costumbre que yo detesté desde el momento en que su idea comenzó a gestarse. Para colmo de males, y como cumbre a las repetidas agresiones sufridas, fui yo quien debió empezar. Y fue tal cual Violencia, vieja amargada y borracha, que espeté "deseo que en este 2010 nadie me rompa las pelotas". Mis hermanos, primos, tíos y padre fueron políticamente correctos al mantener las formas, pero desatar disgustos no es lo que más me preocupa. Así, luego de una noche de agresiones veladas y caras de culo, me fui a encontrar con mis amigos, sonriendo al pensar que este era el último año que iba a pasar por eso (jóvenes familiares, no se sientan ofendidos. Están más que invitados a mi celebración para el próximo año).

Si, lo sé. Debería haber pedido algo más alcanzable. "Deseo que en el 2010 nadie me rompa las pelotas" es, además de abstracto y general, inalcanzable, porque la gente tiene una fija costumbre de romperle las pelotas a su prójimo. Es parte de la filosofía de vida, no vivir y no dejar vivir al resto. Es política social, en donde todos se creen con derecho a meterse en todo lo referido a la vida y el modo de vivir de otros, en lugar de darse cuenta que sus propias vidas son un juguete de otros (otra vez, Violencia). Igual, lo hice. Realmente espero que este año, a mi, como a todos, nadie ni nada nos rompa las pelotas, porque ya es más que suficiente con todo lo que nos rompemos las pelotas a nosotros mismos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bueno, celebro tu sabia decisión de pasar las fiestas, de aquí en adelante, en mejor compañía. Ya lo dijo Spinoza (y tantos otros): está en la naturaleza de los seres humanos el intentar que los demás vivan como ellos mismos viven, y así, queriendo imponerse mutuamente, todos resultan enojosos e irritantes entre sí, o sea, unos reverendos rompepelotas.
Ja.