Percibo un modelo de igualdad que nada iguala o, lo que es aún peor, lo hace en apariencia. No hay que mirar muy lejos para verlo; está presente en el mismísimo corazón de todo centro urbano. Las fuerzas de lo que algunos entienden por "seguridad" son el exponente más alto de esta igualdad: la identidad del uniforme, que niega desde el vamos la gran verdad humana: el hombre es social pero es individuo.
Este modelo de igualdad es un ideal para algunos, tristemente dominantes en gran parte del mundo, incluida mi querida ciudad. Es un ideal para pocos porque, de la misma forma que la absoluta falsedad en el principio de la igualdad de oportunidades, o la igualdad como nativos de un país específico, oculta mucho más de lo que muestra, como si fuera un telón cuyo cuarto trasero es oscuro y triste.
Es válido preguntar si son comparables algo tan ínfimo como las ropas de unos pocos con la vida de la mayoría, como planteando la gran diferencia entre el todo y la parte, quizás. Pero la parte es como el todo, aunque no igual. Entonces respondo: sí, es posible e incluso no considero que pueda faltar esta comparación. Todo lo que vivimos, hacemos, sentimos y queremos es un reflejo de lo que se espera de nosotros. No es casualidad que busquemos nuestras telas, comidas, vacaciones y tiempos particulares en un gran almacén donde todos estas cosas están reproducidas a la infinitésima potencia.
La uniformidad en todo sentido me parece una sociopatología, porque la vestimenta es tan sólo la parte más manifiesta. Pero desnaturalicemos al tiempo, a la educación, al trabajo, la vivienda (y en especial la edificación ultramodernosa). De no estar establecido (ya me espero los predecibles "es así"), pensemos de otra manera: ¿existirá el tiempo para uno, los ritmos para otro, y los espacios personales?
Es válido preguntar si son comparables algo tan ínfimo como las ropas de unos pocos con la vida de la mayoría, como planteando la gran diferencia entre el todo y la parte, quizás. Pero la parte es como el todo, aunque no igual. Entonces respondo: sí, es posible e incluso no considero que pueda faltar esta comparación. Todo lo que vivimos, hacemos, sentimos y queremos es un reflejo de lo que se espera de nosotros. No es casualidad que busquemos nuestras telas, comidas, vacaciones y tiempos particulares en un gran almacén donde todos estas cosas están reproducidas a la infinitésima potencia.
La uniformidad en todo sentido me parece una sociopatología, porque la vestimenta es tan sólo la parte más manifiesta. Pero desnaturalicemos al tiempo, a la educación, al trabajo, la vivienda (y en especial la edificación ultramodernosa). De no estar establecido (ya me espero los predecibles "es así"), pensemos de otra manera: ¿existirá el tiempo para uno, los ritmos para otro, y los espacios personales?
2 comentarios:
Muchas gracias por los comentarios en mi blog.
Eternal Sunshine es efectivamente hermosa, mi película favorita.
Violencia Rivas es una genia, me siento muy identificado con ella, y creo que si bien está buenísimo cuando le pega al gato o putea a la hija, lo más interesante es todo lo que dice, que es muy (tragicómicamente) cierto.
Te agregué a mis blogs amigos. Muy buenos textos. Buscaba algo así.
juanpablonario@hotmail.com
Muchas gracias, Juan! Si, eso de identificarse con Violencia es cada vez más común (y no por eso menos preocupante), y es tal como vos decís. Violencia es Violencia porque duele. Y duele porque es tragicómicamente cierto.
Un abrazo!
Diego.-
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